martes, 23 de abril de 2013

DE AGRADECIMIENTOS EN EL DOLOR

Hace unos días, Palmira nos abandonó. Para dolor de su familia y, un poquito, nuestro. Pues terminas poniendo algo de tu corazón en cada paciente. 

La familia no quiso marcharse sin más, con sus ropas, sus penas y sus recuerdos. Nos dejaron unas palabras que quiero compartiros:

"Hace unos diez años, mi madre empezó a tener Alzheimer, una enfermedad muy cruel que, como me dijo una amiga "lo robaba todo".

La robó sus recuerdos, lo más importante que tenemos en la vida, porque nosotros vivimos y somos nuestros recuerdos, los de nuestra infancia, de nuestra juventud, de nuestra familia, nuestros hijos, nuestra forma de ser y comportarnos; pues a mi madre, como a todos los enfermos de Alzheimer, todo eso SE LO ROBARON.

Cuando la enfermedad avanzó los cuidados cotidianos en su hogar, ese que ella había creado durante toda su vida, no fueron suficientes.

Solicitamos plaza en un centro de día y tuvimos la suerte de poder traerla aquí, al Centro de Día de Alzheimer del centro. Para nosotros, dentro de la pena que suponía la situación que vivíamos y tener que traer a tu madre a un Centro, supuso un gran alivio, ya que esas horas estaba en manos de profesionales, desde el personal de limpieza hasta la dirección, pasando por auxiliares, terapeutas, psicólogos, trabajadores sociales, no diremos nombres, porque en estas ocasiones siempre alguien se queda "en el tintero" y no sería justo, pero todos nos conocemos.

En nuestra primera reunión con los responsables del Centro de Día ya nos hablaron del siguiente recurso, el ingreso en el Centro de Mayores, es decir en la Residencia. No quisimos hacer caso, en nuestra falsa ilusión, creíamos que nuestra madre se iba a curar. Pero... ese día llegó y tuvimos que solicitar plaza en residencia, la enfermedad había avanzado tanto que ya no podíamos cuidarla en casa. Esta vez nuestra suerte cambió y en vez de darnos plaza aquí, por esas cosas de la burocracia, nos la mandaron muy lejos, a 70 km de nuestra casa. 70 km de ida y 70 km  de vuelta que teníamos que hacernos todos los días para poder ver a nuestra madre. Así pasamos cinco largos meses, hasta que por fin pudo volver aquí. En aquel período mi madre dejó de comer, sólo tomaba batidos probióticos y algún que otro vaso de leche bebida. Cuando volvió aquí, y gracias a los grandes profesionales que aquí trabajan, consiguieron que poco a poco, y a pesar de su gran deterioro, mi madre volviese a tomar alimento, purés en las comidas, leche y galletas en el desayuno y merienda, algo que para nosotros era ya impensable. Sólo les costaba ducharla, y poco a poco lo iban consiguiendo. Pero el mayor logro para nosotros fue conseguir que mi madre empezase a recuperar la sonrisa, a repartir besos, a bailar, en fin... un poco de su alegría, esa que ni siquiera la enfermedad le había robado.

Nuestra felicidad ha durado poco tiempo, faltaban pocos días para cumplir los cinco meses de estancia aquí, a nuestro lado, cerca de su casa, cerca de nosotros, cuando nos sorprendió su partida definitiva.

Queremos manifestar nuestro agradecimiento en mayúsculas a todos los trabajadores del Centro, pero con un cariño especial al personal tanto del Centro de Día, como de la U.A.P., que han trabajado directamente con nuestra madre, y que con tanto cariño y profesionalidad la han tratado.

Y, para finalizar, también queremos agradecer el apoyo recibido de todos los residentes, especialmente los que compartían zona con nuestra madre, y sobre todo, de los familiares de los residentes que tantas muestras de ánimo nos han transmitido en todo momento.

Todos y cada uno de vosotros estaréis siempre con nosotros en nuestros recuerdos, bueno a no ser que una cruel enfermedad NOS LOS ROBE.
Gracias por todo".


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