martes, 4 de septiembre de 2012

TROZOS DE PASADO AJENO (II)

POR UN PUÑADO DE PESETAS
- Buenas Poli.
- ¡Hola bonita! - La mujer, sonriendo añade- ¿Vienes a por mi?
- Pues claro ¿A por quién sino? - con gestos exagerados de búsqueda, añado - Por aquí no veo a nadie más.
- ¡Pero qué maja eres! - Recogiendo rápidamente los objetos que tiene sobre la falda continúa- espera que guardo ésto.
- ¡Cuidado! Que se te caen los ahorros- Le aviso, mientras recojo una moneda 20 céntimos- ¿Dejando propina para las de la limpieza? ¡Qué maja!
- ¡Ay, no hija! Que apenas me queda para un zumo en la cafetería - Y tras pensar unos segundos continúa - Claro que si la mujer lo necesitara...

Bajamos a la sala, para su terapia diaria. Poli habla mucho, quizá para sentirse viva, quizá para sobrevivir en las mentes de los demás. Aunque lo más seguro es que lo hace para que se me olvide algún ejercicio o alguna serie de repeticiones.

- Sabes una cosa.
- Se alguna - y guiñando un ojo, añado- pero no creo que hables justamente de esas.
- A mi si que me dejaban pesetas.
- Anda mira, ¿El ratoncito Pérez?
- No, mi señora - tomó aire y empezó a relatar -. Yo he criado a mis hijos sirviendo. En mi época era lo que había para las que no teníamos estudios. 
- Pero conseguiste hacerlo. Eso está muy bien.
- He trabajado mucho - paró unos segundos, quizá para reordenar recuerdos-. Pero no hemos pasado hambre.
- Eso es importante.
- La verdad es que mi señora era muy desconfiada, pero yo más lista -añadió sonriendo-. Ella quería saber si las criadas eran de fiar. Y se le ocurrió la idea de tirar monedas por los rincones. O dejaba una peseta debajo del balde de lavar la ropa.
- Anda, queeee, menudas ideas.
- Si - me guiñó un ojo-, pero yo lo sabía. Había chicas que se encontraban una peseta y se la guardaban. La señora esperaba la jornada a ver qué hacían. Si no se la daban, ese mismo día las despedía.
Mientras yo seguía movilizando su pierna, Poli había retrocedido en el tiempo y ya no veía la sala, sino aquella casa donde sirvió media vida.
- Lo que yo hacía era recogerlas y al final de la jornada le decía "Señora, debe revisar sus ropas. Me he encontrado estas pesetas por la casa. Y puede que pierda muchas cosas si no arreglamos ésto". Y la mujer tan feliz, decía que en mi si se podía confiar. Y mira que, si por ella fuera, nos moriríamos de hambre con su paga.
- ¿No podías cambiar de casa? - Por dar una idea, que apenas si puedo imaginar la vida cuando Poli era joven-.
- Quita, quita mujer - hizo un gesto, como si espantara esa posibilidad-. La señora, como de mi si podía fiarse, me dio las llaves de la despensa - Con mirada pícara  confesó - ¿Quién quería unas pesetas, si podía llevarse unos buenos lomos de la despensa?.
- ¡Pero mira que has sido pilla! 
- Tenía que mantener a mi familia y ella nunca entraba en la despensa. Tenía tanta comida que no podía llevar la cuenta. Y con un lomo, un queso o algo así, mi familia iba bien servida.
- La vida es dura.
- Si, más en aquella época - terminó diciendo- pero yo supe apañármelas. Mejor un jamón que una peseta.

Y tanto que si.

2 comentarios:

  1. La gente mayor ha tenido una vida muy difícil... la crisis de ahora es nueva sólo para los jóvenes. Lamentablemente se sigue desperdiciando comida, ropa, y tantas cosas útiles. Deberíamos aprender a compartir un poco más lo que tenemos, con quienes lo necesitan.

    Ya sabes que me encanta lo que escribes. ¡Un abrazo colega!

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  2. Gracias Elisa por pasar por aquí. La verdad es que cada vez es más cierta la frase "no hay nada nuevo bajo el sol".
    Ni lo bueno, ni lo mano. Sólo cambian algunos detalles que lo tiñen de modernidad.

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