jueves, 27 de septiembre de 2012

UNA VAGA MAS

Es curioso el concepto de trabajo que tiene la gente. Que principalmente se reduce a  "Si no me está tratando no da palo al agua". Si es que te dan esa posibilidad, claro.

Hace unos días, volvió del hospital Maruja. Se le luxó la prótesis de rodilla y volvió del hospital con una aparatosa fijación externa. Como le molesta bastante, pasa gran parte de su jornada en la cama.
Mientras mi auxiliar hace la tabla de gimnasia, yo aprovecho para buscar informes, pasar por la enfermería, tratar algún encamado, etc. Así que pasé por su habitación:

- Hola Maruja ¿Cómo estás?
- Hola Olga, aquí con Manuela que ha venido a saludarme - responde mientras me señala a una señora menuda, parapetada tras su andador.
- Hola Manuela, no le había visto.
Ella responde con una elegante elevación de ceja. Que ya es mucho.

- ¿Me permites? - pregunto, mientras levanto la sábana que tapa la pierna de robocop.
- Claro, claro - y con un punto de desprecio, añade- pero tú no puedes hacer nada.
- ¿Eh? - Me sorprende el comentario, no el puntito - ¿Qué no puedo hacer?
- Pues eso, nada - Y añade como quien gana un punto - que dicen en el hospital que tú no puedes hacer nada. Que no me lo toques. Que no puedo hacer fisioterapia. Hasta que ellos digan.
- Ah, bueno. Si lo dicen en el hospital.
- Claro. Así que nada.
- Bueno, pues que te mejores - girándome, miro a la parapetada tras su pesado andador y  saludo - adiós Manuela. Te dejo que le des conversación.
Y me gano otro levantamiento de ceja. Es mi día de suerte. Una mirada de desprecio y dos levantamientos de ceja.

Con las mismas, y sabiendo que no me va a dejar iniciar ningún tratamiento, me ahorro el explicarle que debería trabajar con la otra pierna, las otras articulaciones de la perjudicada. Ni hablamos de tronco, brazos, cardiorrespiratorios, etc, etc. Si antes no quería ni acercarse a la puerta de mi sala, ahora no iba a ser menos.

Salgo al pasillo y me encamino a mi despacho, cuando observo que tengo los cordones desatados. Así que me paro y me agacho para atarlos. Como estoy al lado de la puerta, puedo escuchar la conversación de las mujeres.

- Esta es otra - dice Manuela -. Son todas iguales.
- Y que lo digas - confirma Maruja -. Todo el día por ahí, perdida, sin trabajar. Es que se pasa horas sin aparecer por el gimnasio.
- Si. Una vaga y perezosa. Como todas las de la casa ¡Menudo personal tenemos!.
- Una pena - y como un lamento, Maruja añade - Así ¿Cómo me voy a recuperar yo?

¡Toma! Pues por intervención divina. Que es francamente eficaz.

Así que me marché para hacer un rato el vago entre informes médicos.

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