lunes, 29 de noviembre de 2010

¡DANZAD, DANZAD MALDITOS!

De todos es conocido el pequeño diálogo del que participan pacientes y personal sanitario:
- Debería hacer usted un poco más de ejercicio.
- Si claro, pero ¿Cuándo? Si apenas tengo tiempo. Entre el trabajo, la casa, los niños, etc. Apenas tengo tiempo.

¿A qué os suena? Incluso algunos nos hemos ubicado a ambos lados de la mesa. Por lo que todos comprendemos objetivamente los dos puntos de vista.

Debemos aclarar a todos, que el trabajo habitual no puede considerarse actividad física. Desde el punto de vista que buscamos al recomendar el ejercicio. A fin de cuentas, actividad física es, pero no deportiva. Un motivo es que uno no arregla humedades pensando en trabajar abdominales, estirar isquiotibiales o mejorar la resistencia. Un@ trabaja y con eso ya tiene suficiente.

El objeto de recomendar el ejercicio como actividad deportiva, es la de mejorar nuestro nivel físico, para hacer frente a ese ejercicio diario que nos da de comer y paga la hipoteca. Prevenir las temidas lesiones laborales y mejorar nuestra futura vida de jubilados.

Tanto por una actividad laboral sedentaria, como muy física, el cuerpo puede sufrir unas consecuencias muy parecidas. A fin de cuentas, somos iguales en cuanto al número de músculos, a cómo nos agachamos, con qué gestos apretamos un tornillo o qué musculatura mantiene la posición de los brazos mientras tecleamos de manera incansable.

Es más, los mismos músculos participan en el esfuerzo de teclear durante horas y mantener el ritmo y el movimiento en una cadena de montaje.

Así que todos podemos sufrir dolores similares aunque desarrollemos trabajos distintos.

Por tanto, hemos de mantenernos en nuestros trece de recomendar e intentar hacer ejercicio. No digo prepararnos una maratón. Pero podemos buscar qué nos ofertan en las horas que podemos disponer, o buscar lo que nos gusta a ver cuándo lo ofertan. Podemos hacer padel, tenis, baloncesto, spinning, footing, pilates, yoga, baile de salón -si, baile-, natación o gimnasia en el agua. Hay un montón de posibilidades.

Pero podemos empezar por algo más pequeño. ¿El qué? Pues podemos bajarnos una parada antes del bus/metro. Podemos subir el último piso andando y bajar caminando. Hemos de buscar un huequito para el ejercicio. Para esto no hay excusa, bueno, seguro que encontramos trescientas. Pero ¿Cuántas no son más que una gran resistencia a iniciar algo que nos beneficia pero que rompe nuestra rutina?

Es nuestra salud lo que está en juego.

jueves, 11 de noviembre de 2010

¿DÓNDE ESTÁN MIS PACIENTES?

Los profesionales sanitarios que estamos por la red, muchas veces nos preguntamos cómo acercarnos a nuestros clientes, pacientes, usuarios -como queramos llamarlos-. Hablamos de hacernos visibles, de abrir blogs, poner nuestros emails en las consultas, abrir pagina en facebook, twitter y nosecuantos lugares más.
Intentamos hacernos visibles, para que lleguen y nos encuentren. Para que buscando por la red, levanten la ceja y digan "anda mira, si está aquí. Y qué bonito tiene todo".
Pero los pacientes tienen la fea costumbre de ir por libre. De hacer lo que les viene en gana. Leer lo que aparece en su pantalla y darlo por bueno. Tienen todo el derecho del mundo a dar por cierto informaciones que no saben contrastar.
Si un gurú de no-se-qué ciencia les dice con intensas y convincentes palabras que siempre cura la caspa con pelos de lagarto del Ampurdán -que casualmente vende él-, lo querrán. Sólo por ver desaparecer la caspa.

No saben cómo encontrarnos, no saben cómo averiguar si la información que leen es buena. Llegan a foros, webs, chats y demás y plantean sus dudas. Puede que en esas páginas vean nombres de profesionales sanitarios, que dan relevancia y seriedad a la página. Pero puede que esos profesionales pasaran por allí puntualmente y solucionaran una duda. Así que el campo queda abonado para respuestas no muy acertadas, pero si muy interesadas. 
Y después están los que ofertan las soluciones que ellos encontraron. No siempre la solución de uno es aplicable a otro. Pero la desesperación no entiende de individualidades.
Puede que tengamos que salir a buscarlos. Debemos encontrar los lugares donde buscan. Destruir falsos mitos. Orientar hacia páginas seguras y de información contrastada -reconozcámoslo, no tenemos todas las respuestas-.
Debemos ponernos en la piel del que pregunta, del que necesita saber, del que busca una solución. A fin de cuentas nosotros también somos pacientes, no es tan difícil ponernos en su piel.

lunes, 8 de noviembre de 2010

YA NO NOS TOCAMOS

No creo que sea por culpa de las nuevas tecnologías, que dicen que nos aislan. No creo que sea por la tele, que nos emboba. El caso es que nos tocamos poco.
Nos saludamos de lejos, guardamos las distancias, defendemos a saco un espacio vital cada vez mayor. Tocarse se malinterpreta. El roce con la piel ajena parece tener sólo connotaciones eróticas. Abrazar asfixia. Besar ya lo podemos olvidar.
Así nos va.
Reconozco que antes era menos "física" a la hora de relacionarme o de manifestar emociones. Pero me trasladé a geriatría y cambié el chip.
Veo cada día mayores que pasan hambre. Un hambre mortal, que les va matando de manera implacable. Tienen hambre de roce, de cariño físico.
Podemos, y lo hacemos, mantenerles bien aseados, alimentados, hidratados y vestidos. Pero empeoran, algunos, más rápido de lo previsto.
Porque lavar no es tocar. Extender crema no es acariciar. Tener gente alrededor no implica contacto humano. Y ya no hablo de los que padecen deterioro cognitivo, mucho más "físicos" a la hora de percibir.
Algunas veces, muchas, no puedo hacer mucho desde mi departamento de fisioterapia. Pero no esquivo el contacto, la caricia, el abrazo, el beso. El dejarme dar un beso, etc. Algunos reciben una dosis de energía que ni el mejor aparato conectado a la red.
Algunas veces nos pasa algo y no sabemos qué es. Nos sentimos mal, nos sentimos aislados, extraños, vacíos. Algunas veces, sólo nos falta un abrazo que nos proteja, que nos descubra nuestra piel.
La emotividad está mal vista.
Y quizá lo que deberíamos es alejar las connotaciones eróticas, las connotaciones carnales. Y dejar que nuestra piel, nuestro cuerpo, también hablara.
Empecemos por sonreir un poco más, que no nos va a vaciar el bolsillo.