lunes, 8 de diciembre de 2014

La medicina no funciona en casos de osteoporosis

Así, tal cual lo leéis. No sirve. ¿Qué pasa? ¿Miento? No, no creo. Trabajo en una residencia. y los que tenían osteoporosis hace diez años, siguen con osteoporosis -y los que no, es por que ya no están-. Y mira que toman cosas. Pero nada vale.

¿Cómo? ¿Que no puedo generalizar? ¿Que habría que determinar de qué medicamentos hablamos?¿De qué rango de descalcificación hablamos?¿De qué otros problemas tiene el paciente? ¿Que hay medicación que si funciona? ¿Que es útil? ¿Que frena no-se-qué?¿Que aumenta la absorción de no-se-cuantos?

Que no hombre, que no hay medicamento útil. Y si me apuras, el médico tampoco soluciona.

¿Alguno ya está poniendo el grito en el cielo? ¡Pues que se chinche!

Porque así me siento yo, cada vez que leo las mismas frases, pero aplicadas a la fisioterapia ¡Toma ya! Mi diplomatura, mis cursos, mis Masters  años de formación tirados al cubo de la basura. Mejor lo dejo y pongo una chocolatería.

A mí me gustaría saber, cuando dicen "la fisioterapia no es efectiva, no vale, no sirve..." ¿A qué fisioterapia nos referimos? ¿Qué beneficios buscamos? Hablamos de electroterapia, terapia manual, terapia en el agua, terapia neurológica ¿?

Es más, si hablamos de terapia manual, por poner un ejemplo ¿Qué no funciona? ¿El masaje?¿La movilización pasiva?¿La activa?¿Los ejercicios de propiocepción? ¿FNP? ¿Control postural? ¿Potenciación muscular?¿Las manipulaciones? Por poner un ejemplo.

Y si hemos llegado a ser tan concretos como para decir que los ejercicios de propiocepción no son efectivos, pregunto ¿No son efectivos para qué? ¿Para quién? Porque si vamos buscando que se suelde antes una fractura osteoporótica, yo también voto porque no vale.

Puede sencillamente que pase alguna de las siguientes circunstancias:

  • Realmente no vale nada de nada.
  • Que la técnica evaluada no sirva para esa patología, por ser obsoleta.
  • Que no esté indicada para ese perfil de usuario.
  • Que sirva para un objetivo que no coincide con el médico.
  • Que se indique fisioterapia, de manera adecuada, pero la técnica o el objetivo equivocado.
  • Que si nos leyéramos más allá del abstact de los artículos, averiguáramos que de lo que habla, no es de lo que buscamos o de lo que se hace en la actualidad,  o que no hay suficientes pacientes...

A los fisioterapeutas nos queda mucho por andar. Nos queda ser referentes para otros colectivos profesionales. Que puedan localizarnos y preguntarnos "¿Puedes hacer algo por mi paciente?". 



domingo, 9 de noviembre de 2014

Te vas a desgastar de tanto lavarte

A vueltas, últimamente, con las enfermedades que transmitimos, nos transmiten, se transmiten y múltiples tiempos verbales y personas, nunca debemos cansarnos de prevenir. De prevenir males mayores.

Un gran vehiculizador de los contagios, es el propio sanitario, que va y viene de un paciente a otro. Como todos tenemos ya claro, gracias a nuestro amigo el ébola, la seguridad 0 no existe en nuestro mundo.

Y los fisioterapeutas no somos ajenos a ese riesgo. No sólo por el ébola. A lo largo de la jornada, nos movemos de persona a persona, de paciente a paciente, de planta en planta. Subimos, bajamos, recibimos en la consulta.

Los pacientes se visten y desvisten, les tocamos, les enseñamos ejercicios respiratorios, manejamos curas, sondas, etc.

Nunca debemos olvidar que, por muy sanos que parezcan, la higiene es lo primero. Prevenir ser puente entre pacientes es vital, para disminuir las posibilidades de contagio.

Ya se que nos lavamos las manos doscientas o trescientas veces al día. Pero bueno es recordar que de un paciente a otro, las manos si importan.



sábado, 18 de octubre de 2014

La clase turista y sus cosas

Hace unos años, saltó a la palestra el viajero de clase turista. Sus ganas de viajar, de conocer culturas, otros olores y otros sabores. Pero no se puso en primera plana por ello. Saltó a los titulares por su síndrome. Ya ves, los de la clase turista o económica, tenemos nuestro propio síndrome. Ala ¡chincha! Que los de primera y business no tenéis, tomaaaa.
El síndrome de la clase turista se caracteriza por la formación de trombos. Principalmente asociado a los vuelos largos. Y debido a la variación en la presión barométrica, la escasa movilidad de los miembros inferiores, la falta de hidratación y el poco espacio del que cada pasajero dispone para poder moverse y cambiar la postura. Su gran complicación es el tromboembolism o pulmonar.
En su momento, y debido a algún caso, se le prestó mucha atención mediática. Hoy casi duerme en el olvido. Pero existe. Aunque no es exclusivo de este perfil de usuario. Realmente puede pasarle a todos aquellos que pasan muchas horas sentados (como las horas de los vuelos de largo recorrido), sin moverse ni hidratarse correctamente.
También ayuda el tener algunas patologías de base, de tipo cardiovascular.
Así que, amiguitos, el síndrome existe. Y podéis hacer algunas cosas para prevenirlo. Aunque ya nadie las cuenta. Cada dos horas hacer ejercicios con las piernas, mover los músculos de las pantorrillas, dar pequeños paseos por el avión y beber con regularidad.

Trombosis del viajero trombosis venosa profunda. Tromboembolismo pulmonar.
Escasa movilidad de MMII, deshidratación y falta de hidratación 
La baja presión barométrica
No llevar ropa apretada, hacer ejercicios cinco minutos cada dos horas

martes, 7 de octubre de 2014

De ébolas, vagos y maleantes

A estas alturas, ya nadie puede permanecer en la ignorancia. Una auxiliar de enfermería se contagió al cuidar a nuestro segundo repatriado con el virus del ébola.

Ahora, cualquier vecino de planta, en edad laboral -con o sin trabajo, que eso es siempre secundario-, puede asomarse a su habitación y gritarle con gran desprecio -es decir, con la naturalidad habitual- "Para eso te pago". Porque el salario de esa mujer sale directamente de cualquiera de las nóminas de los demás convecinos. Le paga tanto, que le puede exigir su vida

Porque claro, tengamos todos claro que lo sucedido era supermegacuasiimposible que sucediera. Peeero, está la otra parte: Por supermegacuasiimposible que sucediera, cuando sucede la posibilidad de ser mortal es muy elevada. 

Pero ya te digo, que para eso le paga.

Afortunadamente, tenemos un Ministerio de Sanidad que está a la última de la última. Vamos que sabe qué es, de lo bueno lo mejor. Así que seguramente, ya esté de camino al hospital un maestro Reiki, tercer o cuarto nivel - el máximo que exista, que no nos llamen agarrados-, para imponer sus manos y sentir la energía del bicho asqueroso y expulsarlo. Eso si, manteniendo las medidas higiénico-preventivas, puesto que no hace falta ni tocarle.

Peeeero, eso no es todo. Aprovechando que "mal no hace", que el susodicho maestro, se pase por la tienda homeopática más cercana, cuente los síntomas de la paciente. Y que le den un botecito monísimo, con la mayor dilución posible de agua que tocó un bicho ebolino (ya sabéis aquello de la memoria del agua ¡Ojito los que meáis en la playa! Algún día, el mar se vengará) y un par de gotitas  diarias durante... un año. Y Solucionado ¡Ole!

Y si esto no resulta, pues toca la cirugía. Pillamos un bisturí y le alargamos la línea de la vida. Que para algo la tenemos tan a mano. Seguro que a su marido le resulta tremendamente tranquilizador ver que se toman tantas medidas eficientes.

Porque claro, toda esa tontería de las mareas blancas, era para reclamar un salario de ministro. Qué de ministro, ¡De hijo de Jordi Pujol! Que os quede claro que sólo se pedía eso. Que lo de reducir personal, tener menos presupuesto, más presión para las altas y más privatizaciones, son detallitos que se gritaban para despistar. Ahora ya no hace falta que os contemos por qué.

Porque todo ese dinero, debe ir a manos que entienden de gestión. Bankia, Pujoles, Blesas, Barcenas, ... (uf, es que es más larga que la lista de los reyes godos). O de la iglesia, que siempre ha sabido administrar muy bien los bienes suyos y de todos sus compañeros (como decíamos de pequeñas).

Ahora perdonar los amigos, conocidos y desconocidos catalanes. Pero ahora si que tampoco entiendo el empecinamiento de dedicar dinero a una consulta sobre las ganas de independizados. Teniendo la sanidad como la tenéis. De verdad, no quiero quitados el gusto de opinar, dialogar, y todo. Pero vuestra sanidad, nuestra sanidad está hecha polvo. 

Pero no seamos así, que nosotros también tenemos lo nuestro. Espero que todos pongamos un poco más de interés, cuando nos expliquen las medidas de protección personal, cuando nos digan cómo actuar ante un incendio, etc. Un poquito de seriedad y de atención. Aunque sea poco, es la formación que nos puede salvar la vida.

Espero que nadie, en un curso para delegados sindicales en los comités de salud, me diga que no utiliza el guantelete para trabajar porque es supermegaincómodo (Ya no me respondió, cuando le pregunté si sabía lo incómodo que es trabajar con una mano protésica. Eso ya no, ya si eso responde otro día).

De todas maneras, seguro que a estas alturas, todos sabemos que la culpa es de la propia enferma. Única y exclusivamente. Que no se enteró de cómo se ponía la cinta aislante a los guantes.

Afortunadamente esto no volverá a suceder. Que para algo se está examinando media España, para las plazas convocadas en Madrid ¿Qué cómo lo se? Porque hacen unas preguntas que está dejando claro que buscan personal con muuuucha suerte (Y grandes conocimientos en el pinto, pinto, gorgorito), antes que personal estupendamente formado para su puesto de trabajo.  Todavía no se dan cuenta que lo importante es tener al mejor profesional, no a cualquier profesional.

Bueno, si no queremos los mejores profesionales, con las mejores instituciones y los mejores medios... Quizá sería mejor tratar la epidemia in situ. Dejarnos de marear la perdiz y echar una mano seria a los países que están siendo diezmados. Quizá el tener un caso en casa, nos ponga las pilas, para ayudar en la casa de los demás. Que claro, como estaba pasando donde nacen los indocumentados y tal, pues ya nos pensábamos con tranquilidad qué estupenda ayuda de miseria dar.


viernes, 12 de septiembre de 2014

Catorce años y un día

El día once de septiembre del año dos mil, abrió sus puertas al mundo FISIOCENTER. Catorce años han pasado desde aquel día. 

Mucho ha cambiado el cuento desde entonces. He cambiado de socio, casi me hundo, me he equivocado, he dado trabajo y lo he perdido. He hecho muuuuuchos números y he soltado más de una lágrima. He cerrado diez puertas y he abierto otras diez ventanas. He aprendido mucho más de lo que aporté al inicio. 

He conocido mucha gente. Unos cuantos miles de vecinos han pasado por mis manos. He podido ayudar a casi todos (ayssss, con ese "casi") y de casi todos he aprendido. De sus lesiones, de sus trabajos, de sus vidas y de su forma de afrontar el día a día. Hasta he ganado alguna buena amistad. Cosas de aquello de: el "roce" hace el cariño, jeje.

He visto embarazadas, he conocido a sus criaturas. Me han visitado familias enteras y he llorado por la perdida de algún paciente. Me he reído, nos hemos reído hasta llorar en alguna ocasión. Y hasta me han invitado a algún bodorrio.

Y ahora volvemos a cambiar. He decidido cambiar un poco el rumbo. Redirigir mis pasos. No dejar la fisioterapia ¡NO, por Dios! pero si liberarme un poco más de horarios y rigideces. Dar un saltito al vacío. 

Ya lo hice antes y lo volveré a hacer. Es nuestro sino. Dar saltos para poder evolucionar. 

Bienvenido año quince. Tengo muchos planes para ti.


lunes, 1 de septiembre de 2014

Arrimando malamente el ascua a la sardina

Este fin de semana me llegó una pregunta, a través de una página de servicios profesionales sanitarios, como fisioterapeuta. Hoy por la mañana me dispuse tranquilamente a responder de manera disciplinada a los distintos puntos de la carta.

Iba a contestar... Pero se me quitaron las ganas.

Algunos colegas sanitarios ya se habían tomado el trabajo de responder al muchacho.

El chico en cuestión había sido intervenido de una patología del codo. No evolucionaba tan rápido como el creía que debería ser y presentaba otros problemas añadidos en ese brazo. Preguntaba por las sesiones de rehabilitación: posibilidad, precio y si se contaba con un dinamómetro para el tratamiento.

Hasta ahí todo bien.

El problema viene con las respuestas. O con mi idea de lo que debía responderse.

Los fisioterapeutas que respondieron -aquellos con posibilidad de prestar el tratamiento- enumeraban posibles orígenes -distintos a la cirugía-, de sus males, proponían tratamientos, ofertaban su formación en Mckenzie, decían que el aparato "daba igual" pues nos valía con "sus sensaciones" etc.

También respondieron otros profesionales "del ramo". Los Terapeutas ocupacionales decían que un fisioterapeuta no es especialista de la mano, como lo son ellos. Por tanto, ellos eran los indicados para tratarle, incluso las secuelas (dando por sentando que quedarían). Y no los fisioterapeutas.

Incluso algún doctor se pasó por allí y dio su opinión sobre el tratamiento conservador más correcto para la patología origen del problema (que, recuerdo, ya estaba intervenida quirúrgicamente). Casualmente daban ellos, bueno en su centro de rehabilitación.

Para mi, la mejor respuesta fue aquella de los fisioterapeutas que, por distancia, no eran candidatos a llevar el tratamiento. Fisioterapeutas y terapeutas ocupacionales son parte de un mismo equipo multiprofesional, no puede exponerse un tratamiento sin evaluar primero, o sin leer un mísero informe, o saber cómo estaba previamente, qué pronóstico le han dado, que observamos, que nos da la exploración, etc. O todo junto.

La imagen que devuelve nuestra forma de responder a estos correos es un poco... ¿patética? ¿Tan difícil es responder a lo que se pregunta y con educación? ¿Para hacernos valer tenemos que tirar a otros profesionales? ¿Se puede elucubrar en una respuesta tan impersonal y superficial, sobre los orígenes y tratamientos? ¿Debemos vender, aunque no nos preguntaran por ello, el último curso en el que hemos invertido? ¿Le importa mucho al paciente si sabemos tal o cual técnica, por la que no ha preguntado?


martes, 3 de junio de 2014

Asignatura pendiente "Ser feliz" #A1000Manos

Como otros cuantos locos de la vida, me he subido al barco de Iñaki y Rut y voy a filosofar sobre un tema común "hacer la vida más feliz a uno -ya sea uno mismo u otra persona-".

Este blog es profesional, pero en su vertiente más humana y menos científica.  Fisioterapia y felicidad, dos F y un sólo destino.

Peeeeeeero, no recuerdo la asignatura de la diplomatura que tenía este tema.
No me enseñaron cómo saber qué hacer para ser feliz, o para hacer que mis pacientes sean más felices.

Como suele pasar en estos casos, la mejor maestra es la vida.

Así que, he apretado los codos y he estudiado ¿Qué me hace feliz? Me hace feliz, me hace feliz.... Como nos descuidemos, nos olvidaremos de ser felices, de vivir. Así que he hecho una lista de "felicitantes" o elementos que aportan felicidad a mi vida.

Me hace feliz mi familia, los momentos "aburridos" del sofá las tardes de domingo. También ver amanecer cada día, mientras voy camino del trabajo. Pasear por el monte con mi perra. Cocinar. Leer y escribir. La luz del atardecer. La conversación pausada tras una comida con amigas. Me hace feliz quedarme hipnotizada con el fuego de la chimenea una noche de invierno. Bueno, no os voy aburrir con mi listado de pequeños momentos de íntima felicidad.

Pero como fisioterapeuta ¿Hago feliz a mis pacientes? ¿Realmente me centro en lo que yo creo que he de conseguir o en lo que ellos quieren conseguir? Hace unas semanas empecé un tratamiento domiciliario. La hija, que contactó conmigo quería que su madre se levantara de la cama sola. Yo veía problemas de esos que nombramos casi en latín, de lo lista que puedo llegar a ser a veces. Menos mal que vi la luz y le pregunté a ella "Yo quiero bajar al jardín y dar un pequeño paseo". Y se le iluminó la cara.
A mi me hace feliz pasear sin rumbo por el centro de Madrid. A mi paciente, dar paseos por el jardín de su pequeña urbanización.

Gracias por pasados por aquí y ser felices.



sábado, 3 de mayo de 2014

LA INTERNA QUE ME ESPIÓ

Como si de una peli del superagente 86, digo 007, en nuestro trabajo diario se mezclan cosas ajenas a nuestro trabajo. Unas cercanas y otras no tanto. Y si hablamos del trabajo a domicilio ya ni os cuento.

Por ejemplo, las internas. Si trabajas con personas mayores que no pueden salir de su casa, o lo hacen con mucha dificultad, la figura de la interna es recurrente. Mujer, mediana edad, extranjera por definición. Normalmente todas muy agradables, discretas y manteniendo una discreta presencia. Algunas veces te ayudan, otras desaparecen, siempre con la antena puesta. Cada una como es en la vida diaria.

Otras veces se les utiliza. Como me ha pasado esta última vez. Con una paciente nueva y el "No puedo" o el "me fatigo", cosido a la boca. 

La primera sesión fue corta. Tanto por ser una primera aproximación, como debido a sus patologías reumáticas, respiratorias, psicológicas y demás que seguramente todavía no se (de eso ya hablaremos otro día, la manía de no contarte todo). Normalmente, peco de quedarme corta. Cosa que siempre es mucho mejor, a mi entender.

Al día siguiente me llamó uno de los hijos, para preguntarme si era verdad que la sesión "sólo" duró treinta minutos. Me pidió explicaciones, muy educadamente, pero lo hizo. No es que me dijera lo de "qué pasa, que te pagamos una hora". Primero porque no suelo hablar de una duración determinada y fija, segundo porque fue la primera sesión y se sientan las bases de un tratamiento que ya avisé que iba a ser largo. Reconozco que me jodió.

Que no niego que estén en todo su derecho, pero conociendo el comportamiento de la mujer, su situación personal y lo que queremos conseguir, pues me pareció un poco excesivo correr tanto.

Pero ahí no quedó la cosa. En la segunda sesión, se me plantó Margarita -la interna- en la puerta. Algo que me molestó un poco, porque no comprendía que me estuviera sujetando una vela. O que fuera el tratamiento la suplencia al "Sálvame" del día. Ni corta ni perezosa, se sentó con nosotras.

En un momento dado me verbalizó que los hijos querían que trabajara una determinada movilización. Ahí ya si que no. Por ahí no iba a pasar. No me gusta que existan correveidiles y menos que sea el servicio doméstico de una familia que ni conocía. Así que le respondí que yo era la que planificaba el tratamiento, que parte de lo que hacíamos en la sesión era previo a conseguir eso y que, si tanto interés tenían, me podían llamar por teléfono.

Creo que la mujer se sentía más incómoda que yo con la situación. Pues no es plato de gusto estar en medio. Y más si parece existir desconfianza. 

De todas maneras, yo me debo a mi paciente. Porque con ella es con la que trabajo y con la que tengo que conseguir mis objetivos. Es ella la que tiene las barreras a romper y la que tiene que realizar los esfuerzos que le pido. Mi trabajo y mi responsabilidad es con y para ella. La familia, si no se va a implicar, mejor que no moleste. Suena duro, pero así es. 

Mi paciente es la persona ante la que rindo cuentas. A la que no quiero defraudar, ni engañar. Mi calidad como persona y como profesional se pone en juego en cada sesion.