Como profesionales de la sanidad, todos nos vemos en la necesidad de lidiar con el momento de dar noticias, informar, responder preguntas. No todas son fáciles. No todas tienen una respuesta que conozcamos. No todas son cómodas. Aunque muchas lo son. Muchas son repeticiones porque, como pacientes, no nos enteramos.
Y, en algunas ocasiones nos equivocamos. O somos más técnicos que los libros que estudiamos - que se busquen un diccionario -, o parcos en palabras - y que ellos rellenen los huecos -. Puede que pongamos ejemplos con escaso acierto - vamos lo que vienen a parecerse un huevo y una castaña -, o que salgamos por los cerros de Úbeda - total, tampoco se va a enterar -.
En otras ocasiones nos ponemos superdramáticos - y casi los matamos del susto por un lunar -. O le restamos toda la importancia - y conseguimos que nuestros consejos parezcan innecesarios de seguir -.
Con más frecuencia cada vez les hablamos con fastidio porque vienen con información de la red - pero sólo decimos que no lean tanto - porque tememos que sepan más que nosotros o no tenemos tiempo para aclarar conceptos equivocados -.
Pero en algún momento de nuestra vida nos vemos al otro lado de la mesa. Y entonces queremos que tengan tiempo, que nos expliquen todo, que nos aconsejen, que nos digan la verdad, que sean realistas, que seamos a los únicos a los que tengan que atender, explicar, responder, desmentir, pronosticar, etc.
Algunas veces, sólo algunas veces, preferirías ser el que tiene que disponer de tiempo, palabras y paciencia. Porque ser paciente, en algunos momentos, tampoco es fácil.