Dice el refrán que "Sólo nos acordamos de Sta Bárbara cuando truena". Puede que tenga razón. De hecho tiene razón.
Con los fisioterapeutas sucede algo similar. No somos santos pero sólo se acuerdan de nosotros cuando es tarde, cuando el problema ya está instalado y bien instalado.
Esguinces, contracturas, dolores de hombro, manos que se duermen, piernas más hinchadas que si fueran botijos, etc.
Sin embargo, cuando todo va bien no aparecemos ni por asomo. No digo que vengáis a darnos charleta, o las gracias, o decir que bien vamos. Quizá sólo hablo de prevención. Pero os alejáis como si fuéramos uno de los jinetes del apocalipsis.
Y os dejáis embaucar por palabras, por técnicas, por gentes ajenas. Técnicas que suenan orientales y por ello milenarias. Aplicadas por "auténticos orientales". Como si por ser chino ya supieras medicina tradicional china (lo reconozco, soy española y no se bailar sevillanas).
O cantos de sirena, como masajes a "seis manos" ¡SEIS! La sala más bien será el camarote de los hermanos Marx. Y si encima te lo dan con la pareja al lado, la leche vamos. Obviamente todo se paga. Y por eso estás dispuesto a pagar más de 200 €. Cuando mi sesión de fisioterapia te resulta carísima y me regateas como si fuera el rastro -no llegando a la cuarta parte de ese coste-.
Dispuestos a ello, podrías pedirme a mi un masaje relajante general. Se de lo que hablo, pues estudié, entre otras técnicas de fisioterapia, técnicas para relajar y eliminar los excesos del estrés y la vida moderna. Y, aunque soy occidental, consigo buenos resultados. Y con menos manos.
Si confías en mi, cuando tienes un problema, un dolor, una limitación, hazlo cuando te quieres dar un homenaje. Da una oportunidad a la prevención.