viernes, 12 de septiembre de 2014

Catorce años y un día

El día once de septiembre del año dos mil, abrió sus puertas al mundo FISIOCENTER. Catorce años han pasado desde aquel día. 

Mucho ha cambiado el cuento desde entonces. He cambiado de socio, casi me hundo, me he equivocado, he dado trabajo y lo he perdido. He hecho muuuuuchos números y he soltado más de una lágrima. He cerrado diez puertas y he abierto otras diez ventanas. He aprendido mucho más de lo que aporté al inicio. 

He conocido mucha gente. Unos cuantos miles de vecinos han pasado por mis manos. He podido ayudar a casi todos (ayssss, con ese "casi") y de casi todos he aprendido. De sus lesiones, de sus trabajos, de sus vidas y de su forma de afrontar el día a día. Hasta he ganado alguna buena amistad. Cosas de aquello de: el "roce" hace el cariño, jeje.

He visto embarazadas, he conocido a sus criaturas. Me han visitado familias enteras y he llorado por la perdida de algún paciente. Me he reído, nos hemos reído hasta llorar en alguna ocasión. Y hasta me han invitado a algún bodorrio.

Y ahora volvemos a cambiar. He decidido cambiar un poco el rumbo. Redirigir mis pasos. No dejar la fisioterapia ¡NO, por Dios! pero si liberarme un poco más de horarios y rigideces. Dar un saltito al vacío. 

Ya lo hice antes y lo volveré a hacer. Es nuestro sino. Dar saltos para poder evolucionar. 

Bienvenido año quince. Tengo muchos planes para ti.


lunes, 1 de septiembre de 2014

Arrimando malamente el ascua a la sardina

Este fin de semana me llegó una pregunta, a través de una página de servicios profesionales sanitarios, como fisioterapeuta. Hoy por la mañana me dispuse tranquilamente a responder de manera disciplinada a los distintos puntos de la carta.

Iba a contestar... Pero se me quitaron las ganas.

Algunos colegas sanitarios ya se habían tomado el trabajo de responder al muchacho.

El chico en cuestión había sido intervenido de una patología del codo. No evolucionaba tan rápido como el creía que debería ser y presentaba otros problemas añadidos en ese brazo. Preguntaba por las sesiones de rehabilitación: posibilidad, precio y si se contaba con un dinamómetro para el tratamiento.

Hasta ahí todo bien.

El problema viene con las respuestas. O con mi idea de lo que debía responderse.

Los fisioterapeutas que respondieron -aquellos con posibilidad de prestar el tratamiento- enumeraban posibles orígenes -distintos a la cirugía-, de sus males, proponían tratamientos, ofertaban su formación en Mckenzie, decían que el aparato "daba igual" pues nos valía con "sus sensaciones" etc.

También respondieron otros profesionales "del ramo". Los Terapeutas ocupacionales decían que un fisioterapeuta no es especialista de la mano, como lo son ellos. Por tanto, ellos eran los indicados para tratarle, incluso las secuelas (dando por sentando que quedarían). Y no los fisioterapeutas.

Incluso algún doctor se pasó por allí y dio su opinión sobre el tratamiento conservador más correcto para la patología origen del problema (que, recuerdo, ya estaba intervenida quirúrgicamente). Casualmente daban ellos, bueno en su centro de rehabilitación.

Para mi, la mejor respuesta fue aquella de los fisioterapeutas que, por distancia, no eran candidatos a llevar el tratamiento. Fisioterapeutas y terapeutas ocupacionales son parte de un mismo equipo multiprofesional, no puede exponerse un tratamiento sin evaluar primero, o sin leer un mísero informe, o saber cómo estaba previamente, qué pronóstico le han dado, que observamos, que nos da la exploración, etc. O todo junto.

La imagen que devuelve nuestra forma de responder a estos correos es un poco... ¿patética? ¿Tan difícil es responder a lo que se pregunta y con educación? ¿Para hacernos valer tenemos que tirar a otros profesionales? ¿Se puede elucubrar en una respuesta tan impersonal y superficial, sobre los orígenes y tratamientos? ¿Debemos vender, aunque no nos preguntaran por ello, el último curso en el que hemos invertido? ¿Le importa mucho al paciente si sabemos tal o cual técnica, por la que no ha preguntado?