Hace una semana escasa, se plantó mi jefe en el departamento. Extraño, no suele pisarlo mucho. Así que, si lo pisa "nada bueno". El caso es que me espeta:
- ¿Hay que comprar parafina?
- No - Respondo sorprendida.
- Pues hay que empezar a darsela a Zutanita.
- ¿EH?
- Si, que ha ido al director a quejarse y éste me ha dicho a mi que te diga que se lo des.
Encogiéndome de hombros respondí - Ah, vale. Sin problema.
Con las mismas, dio media vuelta y desapareció por la puerta, tan rápido como entró.
Así es la nueva forma de pautar los tratamientos en mi centro. ¿Quién necesita protocolos, equipos, profesionales, o médicos? Basta con un director (Si, es enfermero, pero dudo mucho que ejerciera durante mucho tiempo. Y eso pasó hace lustros), para responder eficazmente a las necesidades del usuario.
¿Acaso me llamó para preguntar por la situación? NO.
¿Me llamó/escribió/hizo señales de humo para informarme de la queja de la residente? NO.
¿Conoce el historial médico de la usuaria?¿Sabe si se le aplicó el tratamiento con anterioridad y dio o no resultado beneficioso?¿Sabe si no se le pone por algún "oscuro" problema de la fisioterapeuta? NO, NO y NO.
Tranquilos, hemos iniciado un bloque de 15 sesiones de baños de parafina. No lo tiene contraindicado y las veces anteriores le sentó bien (pan para hoy...). Pero mi "oscura" intención de conseguir que hiciera algo más, que pudiera beneficiarla, algún programa que llevaba entre manos para activarla, se han ido al garete.
¡Vivaaaaaaaaaaaaaa!
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