Hoy amanecimos con la noticia del fallecimiento de Steve Jobs. Antes hablaban de una "larga enfermedad" cuando hablaban de cáncer. Ahora se puede hablar directamente de cáncer de páncreas. El caso es el mismo, Steve perdió la partida.
Mi twitter se llenó de condolencias, reproducciones de uno de sus discursos más emotivos, recuerdos, lamentos y condolencias. Medio planeta lamenta su pérdida. Amigos, enemigos, trabajadores y clientes.
La verdad es que lamento su pérdida, como persona. Realmente, aunque me gane enemigos, como empresario me da igual. No como gracias a él. No salí de cañas con él, ni le conté mis penas.
Ni, menos aún, me las contó él. No puedo hablar de él, como si fuera una persona especial para mi. Si tengo Ipod, Iphone y Mac. Pero no me los regaló.
Ni, menos aún, me las contó él. No puedo hablar de él, como si fuera una persona especial para mi. Si tengo Ipod, Iphone y Mac. Pero no me los regaló.
Al llegar al trabajo, me enteré de otra muerte. Antonia, 96 años, falleció en el postoperatorio tras una intervención por una fractura de cadera. Su cuerpo no pudo con el deterioro, la vida, los déficits, el esfuerzo diario para moverse, la caída, la fractura y la intervención.
Antonia deja tres hijos, siete nietos y cuatro biznietos.
Al poco de empezar en la residencia, me lié la manta a la cabeza y me llevé a cuatro abuelas a unos encuentros deportivos a Tarragona. Ella fue. Guardo las fotos, las risas, las ocurrencias. Me ayudó durante años con la tabla de gimnasia general. Me invitó a algún café y me contó alguna pena. Era habitual en las obras de teatro del grupo de la residencia durante muchos años. Y no se perdió mientras pudo excursión alguna. Y fue la primera en venir a la piscina para hacer gimnasia.
He compartido con ella 13 años de trabajo.
No era mi familia, no era mi abuela, en una pequeña porción, como y me visto gracias a ella y a los otros abuelos de mi residencia.
No he puesto ni un tweet sobre Antonia. La noticia de su fallecimiento no ha llegado ni al portal de al lado.
Pero hoy, le dedico mi recuerdo a Antonia. Una luchadora nata. Una mujer que sólo sabía las cuatro reglas, que emigró a Madrid buscando lo mejor para su familia. Que fregó suelos ajenos y propios. Que necesitó de su marido para abrir una cuenta y que nunca sacó el carnet de conducir. Disfrutó todo lo que pudo de la vida.
Un beso Antonia. Saluda a Steve.
Felicidades por la entrada.
ResponderEliminarUn beso para tu Antonia y para las nuestras. No nos olvidamos de ellas. Da igual los años que pasen, y si se llaman Sonia, Alberto o Juan Carlos.
Hemos compartido unos doce años en la residencia. Es mi trabajo, pero no todos los residentes te "tocan" la fibra. Afortunadamente, pues no podríamos hacer correctamente nuestro trabajo. Y psicológicamente nos destrozaría.
ResponderEliminarUn saludo y gracias por tus palabras.
No me esperaba estas palabras, pero la verdad que me han llegado, a veces nos da pena despedirnos de alguien al cual no conocimos, e incluso hay gente que ha llorado x la perdida cuando realmente no lo conocemos como es esa persona realmente, no hemos ido a tomar café ni nada con esa persona...
ResponderEliminarSiento que se fuera Antonia del mundo, pero de donde se que nunca se irá será de tu corazón...de ahí nunca se irá...
Gracias por este pequeño homenaje a mi abuela. Ante todo yo le agradezco haberme cuidado desde pequeño, haber ayudado a mi madre a sacarnos adelante y haberme dado todo su amor. Se murió pero además de todo el amor que le tengo me queda una profunda admiración por haber vivido dignamente hasta casi el final de sus días, por haber luchado por sus ideales a costa de perderlo casi todo y por eses carácter tan potente que tenía.
ResponderEliminarHasta siempre abuela,
Iván